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Cuando allá por los años 50 del siglo pasado nuestros padres, Cayetano y Josefa, se establecieron en Madrid para tratar de elaborar ensaimadas como  hasta ese momento las hacían en el afamado “forn” que regentaba nuestro abuelo – El Horno de Santa Eulalia-, ya eran conscientes de que estaban  “trasladando” una denominación de origen, por supuesto.

¿O no? ¿Es esto posible? Con no pocos esfuerzos consiguieron que, a pesar de la diferencia de temperatura y humedad, del agua y otras cuestiones entre Mallorca y Madrid, los resultados fueran óptimos. Todo esto  sin cambiar un solo ápice los métodos artesanos tradicionales de elaboración.

Y se sentían orgullosos. Desde luego no pensaban que estaban cometiendo ningún fraude, sino más bien todo lo contario. Su misión era dejar bien alto el pabellón del emblemático producto de su tierra y darlo a conocer, en su forma original, en la capital.

Recordemos que, únicamente desde el año 1996, la ensaimada de Mallorca o ensaimada mallorquina, cuenta con la Denominación específica y desde el 2003 con la Indicación Geográfica Protegida.

¿Quiere esto decir que no pueda venderse o elaborase en otro sitio? Por supuesto que no, pero obviamente deberá quedar claro dónde se ha elaborado.

Sin duda Formentor se ha ido haciendo un hueco en el corazón de los madrileños y, en todo este tiempo -más de 60 años-, el hecho de haber conseguido  elaborarlas  aquí se ha convertido  en un valor irrenunciable.

Sabemos que a nuestros clientes de toda la vida no es necesario decírselo, pero en general solemos destacar la mayor parte de las veces que las hacemos aquí, en nuestras instalaciones, y que son fruto del necesario mimo para trabajar la masa y la nada “impaciente” fermentación (de un día para otro). De hecho, a muchas personas se les invita a entrar en nuestro obrador, bien visible desde la tienda, para que vean por ellos mismos el proceso manual de fabricación. Les aseguramos que quedan encantados.

Todas las ensaimadas “madrileñas” que vendemos son del día. O de minutos, según el caso.

Lamentablemente, gran parte de las que se elaboran en la isla y que viajan a la capital adolecen de la calidad suficiente, con lo cual hacen un flaco favor a su denominación de origen, cuyo texto además no distingue entre las artesanas y las que utilizan técnicas industriales.

En Formentor nunca se hace referencia a que sus ensaimadas son mallorquinas u obviamente de Mallorca, si bien es posible que  algunos clientes lo asocien de forma automática, como el croissant francés; aunque parece ser que, en realidad, este esplendido producto no nació en el país vecino sino que lo hace en Viena, en uno de los actos festivos en el momento en que  la ciudad es salvada del sitio otomano a finales del siglo XVII.

En el caso de la ensaimada su origen es incierto, aunque algunos estudios revelan que posiblemente sea musulmán. Con su poca afición a la manteca de cerdo ¡Qué paradoja!

Pensamos que lo auténtico y genuino se defiende a sí mismo. Y que elaborarlo con honestidad en otro sitio distinto al de su origen lo ensalza y lo dignifica.

Así pues, finalmente podemos decir que nuestras ensaimadas son madrileñas; y que lo son por adopción, ¡y a mucha honra!

Muchas gracias a todos por todos estos años.

 

 

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