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Puede que sea la ensaimada una de las mejores expresiones de “la isla de la calma”, de Mallorca, un entorno de ensueño, depositaria de una compleja idiosincrasia y particular filosofía de vida no por muchos conocida, y que pocos hechos gastronómicos hayan gozado de tan encendidas y apasionadas loas.

Curiosidades

Vale la pena leer (un festivo y gozoso alborozo pleno de inteligencia, de ironía, de ternura) a Santiago Rusiñol en “L´ílla de la calma” (“La Isla de la calma”, 1913) y, en concreto, el capitulo “Elogi a l´ensaïmada” (“Elogio de la ensaimada”), en el que establece una curiosa taxonomía: “…Podría clasificarse a los hombres en tres temperamentos generales: …En cambio los de la ensaimada, nunca se acaloran ni exaltan; no llevan prisa; no llegan tarde; tienen los lujos que les corresponden; no pegan, ni les pegan, ni lo desean; son tan equilibrados que ni caen ni se levantan. Los comedores de ensaimada son hombres-balanza. Los jueces debieran comer ensaimada. Y los jurados, antes de entrar en funciones, deberían comer tres o cuatro. En las redacciones de los periódicos debería haber siempre una a la vista y se tendría que dictar una ley que declarase la ensaimada obligatoria”.

 

Continuar, ya metidos en harina, con uno de los más destacados prosistas en lengua catalana, Josep Pla, y “El que hem menjat” (“Lo que hemos comido”. Ediciones destino. Colección Áncora y Delfín. Volumen 789. Barcelona, 1997). Un lúcido y muy personal recorrido por la cocina mediterránea del genial payés ilustrado a través de una selección de textos dispares, deteniéndonos en el dedicado a la ensaimada mallorquina, donde afirma que frente a la repostería y confitería tradicional de “…mi país …y toda su área lingüística…”, que considera excesivamente dulce y grasienta, manifiesta su absoluto entusiasmo por la ensaimada mallorquina: “…es la creación más ligera, aérea y delicada de la repostería de toda nuestra zona.”; “Tiene, por así decirlo, un peso atómico tan a la medida del paladar humano y de su espíritu, que su embocadura nunca puede tener consecuencias desorbitadas”; “Las ensaimadas quedan grabadas en la memoria; yo guardo de ellas un recuerdo vivísimo, mucho más presente que el de cosas y personas que parecían tener cierto volumen y resultaron ser todo apariencia”.

Si queremos profundizar, hundir las manos aún más en el cuezo, existen numerosos testimonios bibliográficos registrados a lo largo siglo XIX y, volviendo a un cercano presente, el historiador Miquel Ferrâ i Martorell se ocupa detalladamente de ella en su ensayo, editado a principios de los años noventa, “L´ahir i avui de la cuina mallorquina” (“El ayer y el hoy de la cocina mallorquina”. Sa Nostra. Palma, 1992).

La ensaimada es Mallorca y, al igual que Mallorca ha cambiado, ya no es tan fácil disfrutar de “aquellas” ensaimadas en la isla, aunque las hay, desde luego, excelentes. Del mismo modo, Mallorca todavía retiene buena parte de lo que fue, de cómo era y es su gente, muy especial. Al respecto, es muy ilustrativo el vivo ensayo, admirativo pero no complaciente “Queridos mallorquines. Claves del trato personal en la isla de Mallorca” (Edit. La Foradada. R.y J.J. de Olañeta, Editores. 1995), escrito por Guy de Forestier, seudónimo adoptado por el arquitecto catalán de origen y mallorquín de adopción, Carlos García-Delgado Segués, que ya de entrada resume su tesis en el comentario de un amigo: “Llevo muchos años viviendo en Mallorca y he de reconocer que todavía me cuesta entender algunas de las reacciones de sus habitantes”. Analiza los hábitos y maneras mallorquinas: “…que responden a una sabia manera de vivir, calmada y placentera, y que están corriendo el peligro de irse tontamente al garete”. Tres citas recogidas por el autor:

 

Robert Graves: “¿Voy a vivir a Mallorca?”

Gertrude Stein: ”(…) si eres capaz de soportar el paraíso”

 

“(…) Se fueron a vivir a Mallorca porque era un lugar primitivo, no contaminado por la civilización”

(Patricia Highsmith, “El juego del escondite”, 1966)

 

“No sé es de un lugar porque en él se haya nacido, sino porque en él se haya quedado prendida la mirada”

(María Zambrano)

 

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